21.10.09

agosto

es tierra de nadie entre dos frentes:
el sol como una piedra encandecida,
el hierro del calor sobre los párpados.

Andamos por aceras destellantes
con palabras que buscan un oasis,
yemas de aliento picadas por gorriones.

Nuestros pasos se duelen de su peso
bajo el cielo inflexible que rige la avenida.
No hay comienzo ni término,

sólo un tiempo cegado por la luz,
los pliegues de aire que suben del asfalto.
Si hubiera nubes, seríamos sus sombras.