28.9.09

cebra fantasma

Con algo de niebla marina y unas cuantas ramas de nogal nace la cebra fantasma: en los ojos espuma fría, y en las entrañas barro deshecho de las marismas. Pasta cerca de las playas, dejando un rastro de humedad. Dada su proverbial timidez, son pocos los que han conseguido verla, y de ellos menos aún sabrían describirla con precisión, pues es frágil y evanescente como el aire. Su esperanza de vida es corta: al poco tiempo entra de nuevo en la niebla que le dio cuerpo y se disuelve en ella, dejando sobre la hierba un haz de leña que los pescadores utilizan para calentarse. De noche, encienden hogueras y se envuelven en mantas, y es entonces cuando, proyectada contra la espiral de humo, se dibuja por un instante la silueta de una cebra, un fantasma inquietante que duda y tiembla –pero es el humo– antes de desvanecerse para siempre en el aire y la noche circundante.