27.8.09

epílogo

Están sobre las sábanas,
inciertos,
desarbolados,
con su pose como de trapo. Una vez
giraron con violencia hasta hacerse invisibles,
esconderse uno del otro, pero ahora
se acogen a su sangre quieta,
su terquedad compartida. Les imanta
la luz en diagonal de la tarde de junio,
la luz y sus tenazas tenues
removiendo su porción de rescoldos.
Estuvo en ellos el desvelo, la voracidad,
se abrió la piel para cerrarse de un portazo
y una ráfaga de frío respiró desde ningún sitio
hacia los rostros en fuga.
No hay más. Nada ha cambiado.
Y luego los cuerpos,
la distancia entre los cuerpos.